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Reflexión del Viernes Santo 2020

REFLEXIÓN

EN EL VIERNES SANTO DE 2020

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Mis queridos hermanos, estamos en pleno Triduo Sacro. Hoy Viernes Santo, nuestra mirada está
puesta en el crucificado y a fuerza de mirarle tanto, deseamos adentrarnos en el misterio que en la Cruz se
pone de manifiesto. No vemos solamente un hombre apenas reconocible como tal por la brutal saña de los
que le condenaron. Lo extraordinario del árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo, el
inmenso amor que de sus ramas pende.
Hay un precioso himno que en la Liturgia de las Horas la Iglesia canta: “Oh cruz fiel árbol único
en nobleza, jamás el bosque dió mejor tributo, en hoja, en flor y en fruto. Dulces clavos, dulce árbol
donde la vida empieza, con un peso tan dulce en su corteza.” Por eso como discípulos, en silencio
contemplamos el misterio de la pasión y muerte del Señor.

Tomad hoy las lecturas de la celebración de la Pasión del Señor y meditadlas. Orad con ellas.
Comprended cómo el comienzo del cántico del siervo de Yavéh se ha cumplido: “Mirad, mi siervo tendrá
éxito, subirá y crecerá mucho.” Es la Pasión gloriosa del Señor, porque su camino de amor hacia la
muerte, lo recorre en la certeza del fruto infinito que produce: la vida para toda la Humanidad. Nadie nos
ha amado tanto. Nadie ha hecho tanto por cada ser humano. Somos la prueba del éxito del Señor.
Acogiendo el don que de sí mismo hizo, hemos comenzado a vivir una vida plena, verdadera.
El autor de la carta a los Hebreos nos dice: “acercaos, por tanto confiadamente al trono de gracia,
a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo oportuno”. Trono de gracia.
Pilato mostró a Jesús, flagelado y coronado de espinas: mirad al hombre. Era la imagen de lo que nosotros
consideramos un hombre, pero Jesús nos dijo: mirarán al que traspasaron. Y desde la Cruz, Jesús reina.
Ese es su trono de amor al que nos acercamos para alcanzar misericordia.
Par ser Testigo de la Verdad, responde a Pilato que le pregunta por su condición de rey. Para eso
he venido, para ser Testigo de la Verdad. Y lo manda a la muerte y desde ese momento, la Muerte de
Cristo se convierte en el mayor testimonio de la verdad del amor que Dios nos tiene.

Iniciamos ayer la celebración con la Cena del Señor, su entrega sacramental que se perpetúa a
través del tiempo y en la que se actualiza este extraordinario sacrificio: dar vida en abundancia. Ese era su
objetivo. Perdonar el pecado del mundo. El pecado de cada uno, pero no se contentó con eso, sino que
buscó y cargó sobre sí a cada uno, subiendo a la cruz con cada uno de nosotros para que en ella
recibiéramos la vida. Es lo que le dice a Dimas: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. Hoy, no mañana o
luego. Entrará con él y con él, en su humanidad, todos hemos entrado. Y lo que debemos desear es
comunicar a todos esta abundancia de gracia y de misericordia.

Hoy el silencio en el Campo del Príncipe, ante el Cristo de los Favores, no estará siendo vivido
presencialmente por cada uno de nosotros. Tampoco estará la imagen de la Soledad, pero si estará la
soledad inmensa, el silencio brutal, el vacío de personas, pero, siempre hay un pero, espiritualmente
estaremos todos a las tres de la tarde, callado, orantes, unidos al Hijo de Dios que pronuncia una poderosa
palabra: Padre, es tus manos encomiendo mi espíritu. Todos de rodillas, en ese espléndido minuto de
silencio orante, unidos al Verbo hecho carne, que muere amando para que vivamos amando nosotros.
Que el silencio interior se haga eco de las palabras de Cristo y que nuestro entendimiento y
voluntad, unidos, se apeguen a ellas para vivir y actuar como el Maestro nos ha mostrado desde el árbol
de la Cruz.
Adorad la cruz hoy, en casa. Besadla y decirle al Señor, que deseáis seguir sus pasos y él hará
que ese deseo vuestro logre su fruto.
Yo os recordaré durante el día y en la celebración y cuando a solas pose mis ojos en el Madero
Santo. Que Jesús derrame su amor sobre vosotros y vuestras familias.
Miras el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.
Venid a adorarlo.
Fray Antonio Bueno Espinar O.P:
Vuestro Párroco y Consiliario.